Uno de los primeros síntomas de deshidratación es la sensación de boca seca (reseca). Es importante prestar atención a las señales corporales: la sensación de sed, la boca seca, la baja concentración de orina y el cansancio pueden ser signos de deshidratación. Es esencial beber agua cuando se siente sed. Si la deshidratación aumenta, tanto la piel como las mucosas (incluidas las del ojo) se resecan, y se empieza a sentir fatiga, dolores de cabeza, mareos posturales (al estar de pie), calambres musculares, dificultad para tolerar el calor, apatía, enrojecimiento de la piel o pérdida del apetito. Si la deshidratación se agrava aún más, se pueden experimentar mareos, náuseas y vómitos, taquicardia, incapacidad para concentrarse e incluso pérdida del conocimiento.
La deshidratación puede provocar complicaciones graves, como convulsiones, insuficiencia renal, shock, coma e incluso la muerte.
Convulsiones: los electrolitos ayudan a transmitir señales eléctricas de célula a célula, pero si están desequilibrados, pueden causar impulsos eléctricos de forma anormal provocando contracciones musculares involuntarias y, a veces, pérdida de conciencia.
Edema cerebral (hinchazón del cerebro): durante la fase de rehidratación, puede entrar demasiada agua en las células; cuando esto ocurre en las células cerebrales, las consecuencias son graves.
Shock por bajo volumen sanguíneo (shock hipovolémico): un bajo volumen sanguíneo provoca una caída de la presión arterial y una disminución de la cantidad de oxígeno en el organismo con consecuencias muy graves.
Golpe de calor: puede producirse si no se bebe suficiente líquido al sudar abundantemente o hacer ejercicio vigoroso, sobre todo en un ambiente caluroso y húmedo. La gravedad puede variar desde calambres leves, hasta agotamiento o insolación potencialmente mortal.
Forman parte del grupo de sustancias comúnmente denominadas sales minerales. Cuando se disuelven en agua, los electrolitos tienen una carga eléctrica natural positiva o negativa. Es esta carga eléctrica la que los hace muy importantes a la hora de regular las reacciones químicas en el cuerpo, para mantener el equilibrio de los fluidos dentro y fuera de las células y un estado equilibrado de muchas otras funciones fisiológicas. Los electrolitos se dividen en intracelulares: magnesio, potasio y fósforo y extracelulares: sodio y cloro. El líquido extracelular (líquido que se encuentra fuera de las células) también contiene otros dos electrolitos: calcio y bicarbonato. El bicarbonato desempeña un papel importante en la regulación del equilibrio ácido-base. La cantidad de agua y los niveles de electrolitos en sangre deben estar en equilibrio constante; en caso de desequilibrio, el organismo pone en marcha mecanismos complejos de compensación.
Las sales minerales son sustancias que tienen funciones biológicas esenciales. Se dividen en macronutrientes, entre los que se encuentran muchos de los electrolitos (sodio, potasio, cloro, magnesio, calcio, fósforo) y azufre, y en micronutrientes (cobalto, cromo, hierro, flúor, yodo, manganeso, cobre, selenio, molibdeno). La cantidad imprescindible a ingerir cada día es mínima, microgramos o miligramos, pero su importancia para el organismo es crucial. Las sales minerales son indispensables para el correcto desarrollo de tejidos y órganos, para la activación de reacciones que liberan la energía que precisamos, así como para regular el equilibrio hidrosalino (es decir, la correcta concentración de sales en el agua corporal).
El bienestar de nuestro organismo también depende de la capacidad de mantener el equilibrio ácido-base, es decir, de mantener el pH dentro de un rango normal. El pH es una unidad de medida que describe la cantidad de ácidos (moléculas que ceden o donan iones de hidrógeno a otras moléculas) y bases (moléculas que pueden aceptar iones de hidrógeno) presentes en una solución y se calcula a partir de la concentración de iones de hidrógeno (o iones H+). Cuanto mayor sea la concentración de iones de hidrógeno, mayor será el grado de acidez de una solución. Por ejemplo, si los niveles de bicarbonato, que es una base, aumentan en la sangre, el pH aumenta. En condiciones normales, el organismo mantiene el pH dentro de un estrecho margen. El de la sangre suele estar entre 7,35 y 7,45.
El agua corporal total representa alrededor del 60% del peso corporal en los hombres (alrededor del 50% en las personas obesas y alrededor del 70% en las delgadas) y alrededor del 50% en las mujeres.
Casi dos tercios del agua corporal total se encuentran en el compartimento intracelular (líquido intracelular); el otro tercio se encuentra en el compartimento extracelular (líquido extracelular). Normalmente, alrededor del 25% del líquido extracelular se encuentra en el compartimento intravascular; el 75% restante es líquido intersticial.
Los bebés tienen una mayor cantidad de agua almacenada en el compartimento extracelular. El agua representa el 75-80% del peso corporal de un recién nacido. La cantidad de agua como porcentaje del peso corporal disminuye con la edad y se estabiliza después de la pubertad.
Las personas mayores tienen una capacidad de agua corporal reducida, una menor percepción de la sed y una respuesta hormonal insuficiente a la deshidratación.
La deshidratación por ingesta insuficiente, es decir, beber poca agua, es un problema de salud frecuente y crónico en las personas mayores, incluso en las aparentemente sanas, sobre todo en las que requieren cuidados prolongados, tienen dificultades para moverse o están hospitalizadas. Un signo importante de deshidratación es la pérdida repentina de peso del 3% o más. Los ancianos no suelen percibir los síntomas de la deshidratación. En caso de diarrea aguda intensa, el riesgo de deshidratación es bastante elevado, por lo que hay que procurar que el anciano beba constantemente una solución equilibrada de agua y sales para mantener el equilibrio hidroelectrolítico.
Durante el ejercicio intenso, el cuerpo produce más calor y para enfriarse, aumenta la producción de sudor y eleva la frecuencia respiratoria. El sudor se compone, principalmente, de agua y sales minerales. Una sudoración excesiva provoca una pérdida importante de agua y electrolitos. La sudoración puede verse agravada por factores ambientales como la temperatura, la radiación solar, el calor del suelo, especialmente en las ciudades, y la humedad. Si el ejercicio es prolongado o es en un ambiente caluroso y húmedo, el volumen sanguíneo se reduce por la pérdida de agua a través del sudor. Una pérdida de líquidos del 1% del peso corporal puede reducir significativamente el volumen sanguíneo, y puede provocar una tensión excesiva en el sistema cardiovascular y limitar el rendimiento físico. Además, la respiración acelerada hace que se pierda aún más agua (evaporación de la humedad de los pulmones). Provocando que durante el ejercicio intenso, la deshidratación puede alcanzar valores muy elevados (por ejemplo, más del 4 %) y se pueden sufrir calambres y agotamiento por calor. Para prevenir la deshidratación se pueden adoptar varias estrategias.
Los bebés y los niños tienen más necesidades metabólicas, por lo que el riesgo de deshidratación es mayor. Sus cuerpos necesitan más agua y sales minerales que los adultos. Al nacer, alrededor del 75-80% del peso corporal es agua, porcentaje que desciende al 60-65% en los niños en edad preescolar y al 55-60% en los adolescentes y adultos.
Los niños pequeños tienen más agua en el compartimento extracelular (es decir, fuera de las células, fluidos circulantes, secreciones), por lo que en caso de diarrea y vómitos, corren un riesgo de deshidratación de diversos grados, lo cual es importante porque el agua que pierden procede principalmente del espacio extracelular. Los niños también pueden sufrir deshidratación en caso de otras afecciones que impliquen pérdida de líquidos, como la diabetes mellitus descompensada, la diabetes insípida, las quemaduras y la sudoración excesiva. La deshidratación también puede deberse a una ingesta reducida junto con pérdidas continuas.
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